lunes, 23 de diciembre de 2024

URUGUAY: Pionero del laicismo

Uruguay: Pionero del laicismo que celebra el Día de la Familia en vez de la Navidad



En un continente mayormente marcado por la influencia religiosa, Uruguay emerge como un faro de racionalidad y secularismo. Desde 1917, bajo el liderazgo del presidente José Batlle y Ordóñez, este pequeño país sudamericano decidió marcar una diferencia radical en su calendario festivo: sustituir la celebración religiosa de la Navidad por el Día de la Familia.

La decisión de Batlle y Ordóñez, como era de esperarse, fue controversial en aquel momento. Algunos sectores de la sociedad uruguaya, especialmente los conservadores y religiosos, se opusieron; pero con el tiempo la población llegó a comprender que lejos de tratarse de un ataque a sus tradiciones, la medida representaba un acto de emancipación cultural y un compromiso con los principios del laicismo. La laicidad en Uruguay se concretó legalmente en 1918, definiéndose la separación entre Iglesia y Estado, y declarándose el país como un Estado laico. Y eso, por supuesto, no significó un ataque a ninguna religión o creencia, puesto que la Constitución uruguaya de 1918 establece más bien la libertad de religión, pero afirmando que el Estado no respalda ninguna religión o creencia en particular. Es decir, los estatutos legales del país prohíben la discriminación basada en la religión.

Esto, sin embargo, fue la culminación de un proceso, con decisiones como la remoción de crucifijos de hospitales públicos en 1908, y la supresión de referencias a “Dios” y los evangelios en el juramento de los parlamentarios en 1907; pero para 2014, según estudio del Pew Research Center, Uruguay se ubicaba como un caso atípico en Hispanoamérica, con el porcentaje más alto de personas sin filiación religiosa, alcanzando el 37% de la población.

Pero quizás lo más interesante en todo esto es que la Navidad no es en sus orígenes una festividad cristiana. Su contexto histórico revela que tiene raíces muy anteriores al cristianismo, entre los pueblos paganos del hemisferio norte que celebraban el solsticio de invierno en diciembre, una festividad cargada de simbolismo relacionado con la renovación, la luz y la vida. El 25 de diciembre fue seleccionado como “Navidad” por la Iglesia hasta en el siglo IV, con la intención de eclipsar festividades como la Saturnalia romana y el culto al dios Mitra, prácticas profundamente arraigadas en la sociedad de entonces.

Pero al desvincularse de la narrativa religiosa, Uruguay devolvió la fecha a su esencia primordial: un momento para reflexionar sobre los lazos humanos y disfrutar de la compañía de los seres queridos. Al eliminar el dogma, transformó una celebración que solía ser sectaria, en una experiencia verdaderamente universal y accesible para todos.

En efecto, el Día de la Familia en Uruguay no sólo evita la imposición de creencias religiosas, sino que también refuerza un valor que trasciende las diferencias ideológicas: la importancia de la familia como núcleo de apoyo, amor y solidaridad. Y este enfoque se alinea con una visión humanista que reconoce que no se necesita religión para encontrar significado en las relaciones humanas y en la vida misma.

Al final Uruguay ha demostrado que es posible resignificar las festividades sin perder su esencia celebrativa. Una decisión que en su momento fue controvertida, un siglo después es un símbolo de orgullo nacional, y una muestra de que el laicismo no es una amenaza, sino un garante de la libertad de pensamiento.

Pero el coraje de Uruguay no se detuvo con la Navidad. Celebraciones como el Día de Reyes y la Semana Santa fueron también transformadas en el Día de los Niños y la Semana de Turismo, respectivamente. Y la fiesta de la Inmaculada Concepción, que se celebra el 8 de diciembre, pasó a identificarse como el Día de las Playas. Unas reformas que no eliminan la posibilidad de celebrar, sino que amplían el espectro de quienes pueden participar, despojando las festividades de exclusividades religiosas y haciéndolas más inclusivas.

Sin duda alguna, con su Constitución de 1918 Uruguay marcó un antes y un después, estableciendo un estado laico que respeta las creencias individuales sin privilegiar ninguna religión. Un ejemplo que debería inspirar a otras naciones a reconsiderar las raíces y significados de sus celebraciones, promoviendo valores universales como el amor, la paz y la armonía, sin necesidad de recurrir a dogmas o narrativas sobrenaturales.

El Día de la Familia es una oportunidad para reflexionar sobre lo que realmente importa: los vínculos humanos. Es un recordatorio de que no necesitamos un marco religioso para reunirnos, compartir y celebrar. Este modelo uruguayo, que combina pragmatismo secular y sensibilidad social, no es sólo una victoria para el laicismo, sino también para la humanidad misma.


En un mundo donde tantas veces las diferencias religiosas nos dividen, Uruguay nos enseña que existe un camino donde todos podemos encontrarnos: el de la familia, la comunidad y el respeto mutuo. Como una lección, para estas fiestas tradicionales de fin de año es preciso que comprendamos que celebrar no es exclusivo de ninguna fe, sino que es un acto profundamente humano. ¡Que el ejemplo uruguayo sea el futuro de la celebración en todo el mundo!

Referencias:




Créditos: Redes sociales

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