Esta es una pregunta que ha fascinado y desconcertado a filósofos, teólogos y científicos durante siglos. A primera vista, parece una cuestión profunda que nos invita a explorar el origen del universo y la esencia de la existencia misma. Sin embargo, al examinarla críticamente, descubrimos que parte de una premisa defectuosa: la suposición de que “la nada” podría existir o haber existido alguna vez. Pero desde la perspectiva de la física moderna, la “nada” es inconsistente con la realidad del universo.
“La nada” no es más que un concepto abstracto creado por la mente humana para facilitar el razonamiento. Matemáticamente lo asociamos con el cero, y en teoría de conjuntos con el conjunto vacío. Pero estas herramientas conceptuales no corresponden a una realidad física. Nadie ha experimentado la nada, porque no puede experimentarse. La nada, definida como ausencia total de existencia, no existe ni puede existir. Si existiera, dejaría de ser ausencia total de existencia; dejaría de ser “nada” para convertirse en “algo”. Incluso “algo” sobre lo cual también podríamos preguntarnos su origen; diríamos: “¿Qué originó la nada?”, y así hasta un infinito absurdo de supuestas causalidades.
Igual que la noción de “Dios”, la idea de la nada no pasa de ser una abstracción que carece de evidencia y de una definición clara que la haga operativa en el ámbito científico, en el ámbito de la realidad. Y esto nos lleva a cuestionar la validez de preguntas como: “¿Puede algo surgir de la nada?” o “¿Por qué existe algo en lugar de nada?”. Si la nada es sólo un concepto sin existencia real y sin posible existencia, no tiene sentido formularnos sobre ella ninguna pregunta correspondiente a la realidad; ni tiene sentido plantearnos si algo pueda o deba surgir de ella.
A partir de los avances en cosmología y física cuántica, hoy sabemos que lo que alguna vez se pensó que era vacío absoluto no está realmente vacío. Incluso en regiones del espacio donde parece no haber materia, siempre hay fluctuaciones cuánticas: partículas que aparecen y desaparecen a escalas de tiempo extremadamente pequeñas. Por tanto, este “vacío cuántico” tampoco es la nada; es un estado dinámico lleno de actividad.
Además, la relatividad general nos muestra que el espacio mismo no es un “vacío” inerte, sino un tejido con propiedades físicas, energéticas y geométricas. La materia oscura y la energía oscura, que constituyen aproximadamente el 95% del universo, residen en ese “espacio vacío”, dándole estructura y dinámica. Por lo que en este contexto, hablar de “nada” es simplemente erróneo: no existe un lugar en el universo donde la nada sea una realidad.
Por otra parte, se ha considerado erróneamente al Big Bang como el inicio de todo, como el paso desde la nada hasta la realidad. Así como cuando “Dios” saca de la nada todo lo que existe, pronunciando ciertas palabras mágicas. Pero el modelo del Big Bang lo que describe es cómo el universo observable evolucionó desde un estado extremadamente denso hasta su forma actual. No explica por qué o cómo comenzó ese estado inicial. Más aún, el Big Bang no implica un inicio absoluto, ya que conceptos como “antes” pierden sentido sin un marco temporal. Según la relatividad general, el tiempo y el espacio están entrelazados, y ambos surgieron tal como los entendemos hoy en el Big Bang. Por tanto, como sin tiempo no puede hablarse de un “antes” del Big Bang, tampoco puede hablarse allí de causalidad.
Algunos físicos como Lawrence Krauss, han argumentado que el universo podría haberse originado a partir de fluctuaciones cuánticas, con energía total igual a cero, gracias a la compensación entre la energía positiva de la materia y la energía negativa de la gravedad. Pero esta hipótesis tampoco requiere de un creador ni parte de una “nada” absoluta, sino de leyes físicas y condiciones que permiten tales fluctuaciones.
Por otra parte, la conservación de la energía expresada en la Primera Ley de la Termodinámica, nos dice que la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma, lo cual sugiere que, de alguna forma, el universo (o la energía que lo constituye) siempre ha existido. Antes del Big Bang, el universo habría estado en una forma diferente (sin tiempo ni espacio), regido por leyes físicas que ni siquiera comenzamos a imaginar. Pero ante ese desconocimiento nuestro, la respuesta no es “Dios”: ese comodín que ha utilizado la mente humana cuando la abruma lo desconocido.
Mientras que la idea de un multiverso —una colección infinita de universos con diferentes propiedades— amplía aún más nuestras posibilidades. Si el multiverso existe, entonces nuestro universo es sólo una manifestación de un conjunto eterno de posibilidades, eliminando la necesidad de un creador externo.
Por tanto, la pregunta de “¿Por qué hay algo en vez de nada?”, pierde sentido cuando entendemos que la nada es sólo un concepto sin existencia real. El universo existe porque no hay alternativa lógica: la no-existencia no puede ser una opción, ya que no tiene propiedades ni posibilidad de manifestación. La ciencia, lejos de requerir explicaciones sobrenaturales, nos permite comprender el universo como eterno y autosuficiente, sin necesidad de un creador ni de un comienzo absoluto. Pero en última instancia, la verdadera maravilla no radica en responder por qué hay algo, sino en seguir explorando cómo funciona todo lo que existe.
Créditos: Redes sociales
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