jueves, 9 de enero de 2025

La soberbia del ser humano se refleja en sus religiones

La arrogancia de los creyentes de las religiones abrahámicas, que se consideran el pináculo de la creación, es una actitud que refleja un profundo antropocentrismo que distorsiona nuestra comprensión de la historia evolutiva y del lugar que ocupamos en el universo. Al afirmar que están hechos a imagen y semejanza de un supuesto creador del cosmos, estos creyentes se otorgan a sí mismos un estatus especial que niega o ignora la vasta diversidad de la vida y de las formas humanas que han existido antes de nosotros. Pero esta visión no sólo es despectiva hacia las demás criaturas, sino que también es una negación de nuestra propia historia evolutiva.


El Homo naledi, por ejemplo, nos ofrece una lección de humildad. Descubierto en las cuevas Rising Star en Sudáfrica, esta especie vivió hace entre 241.000 y 335.000 años, y practicaba rituales que muchos creerían exclusivos de los Homo sapiens, como enterrar a sus muertos de manera deliberada y simbólica. El hecho de que una especie con un cerebro mucho más pequeño que el nuestro (del tamaño de una naranja) pudiera desarrollar este tipo de comportamientos complejos, desafía la noción de que sólo los humanos modernos poseen la capacidad de reflexión y simbolismo en torno a la vida y la muerte. Los entierros del Homo naledi, al menos 100.000 años más antiguos que cualquier otro registrado entre los Homo sapiens, son un claro testimonio de que la conciencia sobre la muerte y los rituales asociados no son privilegio de nuestra especie.

Sin embargo los creyentes de las religiones abrahámicas, con su visión antropocéntrica, ignoran estas realidades. Ni siquiera mencionan a estos homínidos en los relatos creacionistas de sus libros sagrados. El dios de ellos los ignoró por completo, igual que a los dinosaurios. En el huerto del Edén, donde “Dios” puso al Homo sapiens que recién había creado (Génesis 2:8), no puso a los neandertales, ni a los denisovanos, ni al Homo naledi, ni a ninguno de los otros homínidos prehistóricos. ¿Será que a ellos los creó otro dios?… Para estos arrogantes creyentes, el universo entero fue creado exclusivamente para el homo sapiens sapiens, con el propósito de que existieran y dominaran sobre todas las demás formas de vida. Pero esta mentalidad, que desprecia la evidencia científica de la evolución y la diversidad de especies humanas, no sólo es soberbia, sino también profundamente errónea. El Homo naledi, al igual que otras especies humanas extintas, demuestran que el comportamiento "humano" no es una característica exclusiva del Homo sapiens. Es más, si estos homínidos desarrollaron sus propios rituales y sistemas simbólicos, ¿quién puede afirmar que no creyeron en entidades sobrenaturales diferentes a las que hoy adoran los seguidores del judaísmo, cristianismo o islam?

Sin duda este tipo de pensamiento común entre las religiones abrahámicas, no sólo descarta el valor de otras especies humanas, sino que también revela una arrogancia suprema al asumir que un supuesto creador del universo, una entidad que habría diseñado galaxias, sistemas solares y la vida misma en una escala inimaginable, estaría obsesivamente pendiente de cada uno de los individuos humanos, siguiendo sus vidas, recompensando o castigando sus acciones. Y esta soberbia, enmarcada en una visión egocéntrica del cosmos, desestima la insignificancia relativa del ser humano dentro del vasto universo.

Es más, al ignorar que otras especies como el Homo naledi practicaban rituales, estos creyentes pasan por alto una de las verdades más incómodas: que no somos tan especiales como nos gusta pensar. Si los entierros rituales y los grabados simbólicos existieron entre especies extintas, esto sugiere que la capacidad para desarrollar sistemas simbólicos y creencias sobre el más allá no es un don divino exclusivo de los Homo sapiens. ¿Acaso el Homo naledi también tenía su propio concepto de un ser superior? ¿O acaso es hora de admitir que tales creencias y rituales son construcciones humanas, productos de la evolución social y cultural, no de una intervención divina?

Sin duda el legado del Homo naledi nos invita a reevaluar lo que significa ser un humano. Definitivamente no somos el punto culminante de ninguna creación, sino una especie más dentro de un vasto árbol genealógico, que incluye a otras formas humanas que, como nosotros, intentaron comprender su mundo y lidiar con la inevitable realidad de la muerte. La arrogancia antropocéntrica de las religiones abrahámicas no sólo es un insulto a nuestra historia evolutiva, sino también una barrera que nos impide reconocer que, en el gran esquema del universo, nuestra existencia no es ni central ni indispensable.

El poder para encontrar la verdad es tuyo!


Créditos: Redes sociales

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