En un planeta llamado Tierra, más de 7 mil millones de personas se dedicaban a sus actividades cotidianas. Cada año, nacían decenas de millones y morían decenas de millones, dejando rastros de su existencia en el aire, el agua, el suelo e incluso el espacio. Sin embargo, estas señales no durarían para siempre. En unos pocos cientos de años, nuestros edificios se derrumbarían, nuestros monumentos de piedra, el plástico, el poliestireno y hasta las pruebas de nuestros esfuerzos nucleares desaparecerían.
Esta constatación dio lugar a una pregunta intrigante: ¿cómo podríamos estar seguros de que éramos la primera civilización avanzada de la Tierra? Según la hipótesis silúrica, no podíamos. Esta hipótesis planteaba una premisa fascinante: tal vez, mucho antes de los humanos, podrían haber existido otras civilizaciones avanzadas que no dejaron rastros que pudiéramos encontrar.
La idea de la hipótesis silúrica se inspiró en un episodio de Doctor Who, donde criaturas reptiles inteligentes llamadas silúricos despertaron de 400 millones de años de hibernación debido a pruebas nucleares. Si bien se trataba de una obra de ficción, la hipótesis planteaba una posibilidad profunda: ¿qué pasaría si alguna vez hubo otras civilizaciones avanzadas en la Tierra que desaparecieron por completo?
Los seres humanos a menudo piensan que su existencia y su civilización son eternas, pero la historia nos enseña lo contrario. Tomemos como ejemplo el antiguo Egipto. Durante más de 3.000 años y a lo largo de 30 dinastías, los egipcios vivieron a la sombra de las pirámides, pescaron en el Nilo y se mezclaron con otras culturas. Para ellos, su civilización parecía eterna, pero también desapareció. Destinos similares corrieron los mesopotámicos, la civilización del valle del Indo, los griegos, los nubios, los persas, los romanos, los incas y los aztecas. Estos grandes imperios, que en su día prosperaron con millones de habitantes, dejaron tras de sí escasas pruebas de su grandeza.
Los humanos modernos han existido durante unos 100.000 años, un mero parpadeo en los cientos de millones de años que la vida compleja ha existido en la Tierra. Dada esta vasta extensión de tiempo, es concebible que otras especies inteligentes pudieran haber surgido y caído mucho antes que nosotros. ¿Sabríamos siquiera que estuvieron aquí?
Adam Frank y Gavin Schmidt exploraron este tema en su artículo sobre la hipótesis silúrica. Señalaron que nuestros métodos habituales de estudio de las sociedades antiguas (a través de artefactos y ruinas) sólo funcionan para la historia relativamente reciente. Cuando se quiere mirar millones de años atrás, las cosas se complican. La superficie de la Tierra en sí es dinámica, constantemente remodelada por la tectónica de placas. Las montañas de hoy fueron en su día lechos oceánicos, y se forman nuevas tierras a medida que las antiguas se erosionan. La superficie terrestre más antigua descubierta, el desierto del Néguev, tiene sólo unos 1,8 millones de años.
Incluso los fósiles, nuestras principales ventanas a la vida antigua, son raros. Se necesitan condiciones específicas para la fosilización: partes corporales duras, entierro rápido, alta presión y poco oxígeno. A pesar de que los dinosaurios vagaron por la Tierra durante 180 millones de años, sólo tenemos unos pocos miles de fósiles casi completos. Las probabilidades de encontrar evidencia de una especie de vida corta como el Homo sapiens en el registro fósil son escasas.
Además, hoy en día menos del uno por ciento de la superficie de la Tierra está urbanizada. Artefactos como carreteras, ciudades y máquinas se deteriorarían y desaparecerían en unos pocos miles de años. Incluso las secuelas de una guerra nuclear acabarían desapareciendo. Para detectar civilizaciones antiguas avanzadas, los científicos deben buscar pruebas indirectas.
La hipótesis silúrica sugiere buscar marcadores de industrialización a escala global. Un marcador clave son los cambios en la composición isotópica de los elementos, que se pueden detectar en las capas sedimentarias. Por ejemplo, las actividades humanas han alterado el ciclo del nitrógeno y han aumentado los niveles de ciertos metales como el oro, el plomo y el platino. En particular, la quema de combustibles fósiles ha cambiado las proporciones de isótopos de carbono en la atmósfera, conocido como el efecto Suess, que es detectable en los núcleos de sedimentos.
Curiosamente, hace 56 millones de años se observó un cambio global repentino en los niveles de isótopos de carbono y oxígeno durante el Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno (TMPE). En el TMPE, la temperatura de la Tierra aumentó seis grados centígrados en 200.000 años, con un aumento repentino de los niveles de carbono fósil. Algunos científicos especulan que una erupción volcánica masiva causó esto, pero la causa exacta sigue siendo desconocida. ¿Podría haber sido evidencia de una civilización antigua? Probablemente no, pero sí muestra cómo un evento de este tipo podría dejar una marca detectable.
La Hipótesis Silúrica, si bien no prueba la existencia de civilizaciones antiguas, proporciona un marco para buscarlas, no solo en la Tierra sino también en otros planetas. La Ecuación de Drake estima el número de civilizaciones extraterrestres en nuestra galaxia, lo que sugiere que podría haber entre 150.000 y 1.500 millones. Si la vida inteligente puede surgir varias veces en un solo planeta, como propone la Hipótesis Silúrica, abre posibilidades emocionantes para encontrar civilizaciones en toda la galaxia.
Marte, antaño más cálido y húmedo, y Europa, una de las lunas de Júpiter con su océano de agua salada, son los principales candidatos para este tipo de investigaciones. Aunque los autores de la hipótesis silúrica no creen que existieran civilizaciones antiguas en la Tierra antes de los humanos, sus ideas nos dan herramientas para explorar y quizás algún día descubrir el rico tapiz de vida que pudo haber existido alguna vez, tanto en la Tierra como más allá.
El poder para preservar nuestro planeta, es nuestro...
Créditos a quienes correspondan.
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